viernes, 4 de octubre de 2013

"Catolico conoce tu iglesia by;Hilario larry torres"

         "CATOLICO CONOCE TU IGLESIA BY;HILARIO LARRY TORRES"          

                                                  SOCRATES"                                                                                                  
Sócrates: Vida y entorno social e histórico Sócrates era natural de Atenas, hijo de Sofronisco y Fenáreta, del demo de Alópece. Nació en el 469 a. de C., a diez años de la victoria definitiva de los griegos –al mando del espartano Pausanias– sobre los persas en Platea y en un período en el que Atenas, la otra ciudad-estado decisiva para la victoria sobre el Imperio Aqueménida alcanzara la hegemonía en el mundo griego, presidiendo y ejerciendo el mando en la Liga Délica. La familia de Sócrates pertenecería a la clase media baja, a juzgar por el arte ejercido por el padre, el de cantero o escultor, remontando su ascendencia hasta Dédalo, al igual que lo hacían los médicos, quienes afirmaban descender legendariamente de Asclepio. Genealogía mítica que explicaba que estos oficios se transmitían de padres a hijos, por lo que es probable que Sócrates habría sido educado en este oficio, el cual nunca ejercería por preferir su entrega a la filosofía, actividad por la que no recibiría ningún salario, y al no contar con mayores recursos económicos, habría de permanecer “en gran pobreza” [1], como refiere Platón. Se diferencia de todos los primeros filósofos por su origen plebeyo y su escasa formación académica; siempre se mostró enemigo de toda profesión y todo arte, así como de la ciencia natural [2]. Juventud y madurez Su juventud y madurez transcurrió en el apogeo del poder ateniense y el florecimiento clásico de la poesía y el arte de Atenas, y visitaba la casa de Pericles y Aspasia. Los griegos estaban desbordantes de orgullo y satisfacción, si tenemos en cuenta que la guerra con los persas terminaría formalmente en el año 449 a. de C. con el tratado de Calias; convencidos más que nunca de la superioridad de los helenos sobre los bárbaros –desde sus remotos orígenes se vanagloriaban de habitar en los mismos lugares donde naciera el género humano y donde los humanos habían recibido aquellos recursos de vida que se suelen considerar como dones especiales de los dioses y, por último, que el ombligo de la tierra estaba en el lugar sagrado del templo de Delfos– [3], y de su modo de vida sobre el de los demás. Atenas, de manera particular, viviría un período de gran esplendor gracias a su pujante desarrollo económico y cambios de orden político por la radicalización de la democracia emprendida por Efialtes y Pericles. Aunque al promover la igualdad política de los ciudadanos hasta sus últimas consecuencias, se abría camino, en última instancia, al dominio de los demagogos. Pericles es quien evitó por mucho tiempo que estas consecuencias negativas se produjeran, pues, desde la muerte de Efialtes en el 461 a. de C., se convertiría en la figura preponderante de la política ateniense. Pericles fue el gran artífice de la reconstrucción y desarrollo de Atenas, actividad que se hacía contando con el apoyo de los dioses, particularmente de la diosa virgen Atenea, con quien mantenían una estrecha relación de fidelidad. El Partenón, era el nuevo templo dedicado a la diosa Atenea y por decisión de Pericles, sobrepasaría a todos los demás templos en tamaño y esplendor, proclamando la gloria de Atenas.“No es fácil analizar lo que significaba la diosa Atenea para el ateniense ordinario o incluso extraordinario –comenta Maurice Bowra–, pero son evidentes sus principales características. Era la diosa guerrera –por eso estaba en el exterior del templo– para proteger a los suyos; era su vez, la diosa virgen, que la capacitaba para ser el apoyo de las empresas viriles, la leal compañera de sus acciones y aventuras…Su virginidad significaba independencia y confianza en sí misma y superioridad frente a la común atracción de la carne. Para los atenienses significaba un desapego similar y un control de sí mismo en el servicio de la ciudad…El cometido del Partenón era excitar el entusiasmo y el amor por la grandeza ateniense” [4]. Y por supuesto que Pericles supo no sólo ofrecerles a los suyos un proyecto de reconstrucción y desarrollo sino de expansión natural, para dar satisfacción a la desmedida naturaleza humana, que fácilmente se olvida de la mesura y cae en su opuesta, la desmesura, aunque esta la quiera justificar en términos religiosos. “En la Atenas que él amaba –anota Rex Warner–, el soldado sería tan bravo en el campo de batalla como cualquier espartano; pero su coraje nacería de la reflexión, del conocimiento de lo que estaba en juego, de una disciplina natural y voluntariamente adoptada, antes que de la tenacidad que engendran los años de arduo adiestramiento, o de la emulación, que es una forma propia de la consideración. Pericles no sustentaba la opinión de que una virtud es incompatible con otra. Su ateniense ideal poseería todas las virtudes y las desplegaría con gracia y versatilidad peculiares. El ateniense había de ser semejante a un dios, sólo que un dios con una ciudad y con una tarea que cumplir” [5]. Pericles y su renovada y radical democracia, prolongó y fortaleció un espíritu ya existente en la época aristocrática; pero, esta vez más peligroso porque lo compartían los miembros del demos, los ciudadanos, desde el más refinado al más sencillo.“Esto fue lo que Pericles aportó a sus compatriotas. Explica por qué lo apoyaron –remarca Maurice Bowra–, y por qué no se asustaron al oír que el resto de Grecia los odiaba. Por este ideal estaban dispuestos a luchar hasta el fin y a rechazar cualquier compromiso que les ofreciese la seguridad en vez del honor” [6].El afán de poder, pero de poder desmesurado, que equivocadamente llaman “imperialismo” [7], nacerá de Pericles que tendrá la suficiente capacidad para hacer participar del mismo sentimiento al demos [8]y esto demarcará no sólo su grandeza sino su decadencia y posterior muerte . [9] Guerra del Peloponeso La Guerra del Peloponeso (431- 404) es el acontecimiento que señalaría el fin de la civilización helénica [10]; y, en ésta participó disciplinada y valientemente Sócrates –comenta Platón– [11]; distinguiéndose por su valor, su sangre fría y su resistencia física, como si los padecimientos propios de la guerra no le afectasen. En su condición de hoplita, o soldado de a pie, participó meritoriamente en tres batallas. Al comienzo de la guerra entre el 431-430 en la expedición y batalla de Potidea, donde le salvó la vida a Alcibíades –según refiere Platón en el Banquete– [12], fue su compañero de mesa y se distinguió como superior a todos al soportar las fatigas propias de la campaña militar. También participó en Delión en el año 424, donde al decir de Laques –en la versión de Platón–, se distinguió por su valentía a tal punto que, si los demás se hubieran comportado como él, Atenas no hubiera sufrido semejante fracaso [13]. Y por último en el 422, estuvo prestando servicios en Anfípolis. Estas tres ocasiones, fueron las únicas veces que, por motivo de la guerra y en el cumplimiento de sus deberes como ciudadano-soldado, se ausentó de su amada ciudad. Sócrates, en el año 423 a. de C., a la edad de 46 años, cumpliendo con una de sus obligaciones como ciudadano, contrajo matrimonio con Jantipa, una madura doncella de veinte años, que tenía el caballo en su nombre, prueba infalible de que pertenecía a la antigua aristocracia, entre la que se reclutaban las filas de la guardia de caballería. Motivo suficiente para sospechar que el matrimonio era conveniente para ambos; para él, porque encontraba un apoyo a su vida doméstica bien descuidada; y, ella, un marido y posible protector en tanto se de a trabajar o exija una paga por las enseñanzas que imparte, alejándose del quehacer filosófico o juego lógico que ejercía rodeado de jóvenes ociosos con quienes jugueteaba con la lógica, como cachorros, destruyendo muchas cosas en busca de la verdad. Sin embargo, con el correr de los años, vinieron los hijos: Lamprocles –que era adolescente en el momento de su ejecución– [14], Sofronisco y Menexeno –el tercero y último, engendrado cuando el filósofo tenía 69 años– [15], y Sócrates no cambiaría de forma de vida –incumpliendo sus deberes como ciudadano–, condenando a vivir a su familia en un permanente estado de zozobra, salvo la ayuda esporádica que les ofrece Critón y los trabajos de lavandería que realizaría la abnegada mujer y madre que empeoraría su ya difícil e indomable carácter [16]. Entereza moral Hacia el final de la guerra en el 406 a. de C., justo dos años antes de la derrota final de Atenas, Sócrates tuvo ocasión de manifestar su independencia y honradez al oponerse a la ilegal condena sumarísima de los almirantes acusados de no recoger a los náufragos del combate marítimo de las Arginusas; manteniéndose a partir de esa fecha al margen de sus obligaciones políticas como ciudadano. La condena fue ilegal porque los almirantes atenienses fueron juzgados conjuntamente, en lugar de considerar sus causas por separado. Además de que no se consideraron las circunstancias y atenuantes particulares; puesto que los almirantes encausados se habían visto incapaces de sacar a sus muertos del agua, después de la batalla en la que habían salido victoriosos, por temor a perder más vidas en medio de la tormenta que los amenazaba. Al volver a casa sin los cuerpos de sus compatriotas, lo que constituía un grave incumplimiento de las costumbres atenienses y de las obligaciones religiosas; la asamblea ateniense, votó por procesar y finalmente ejecutar a los generales transgresores sin considerar sus comprensibles argumentos. Como suele suceder en momentos de crisis, las decisiones del colectivo siempre resultan ser insensatas. “En plena guerra –advierte Michael Scott–, Atenas mató a sus propios líderes militares victoriosos. Atenas se dejó a sí misma sin cabeza visible, y si quien lleva la voz cantante era una turba tan vengativa, no era de extrañar que resultara difícil encontrar a hombres talentosos que ocuparan el lugar de los almirantes muertos” [17]. Dos años después, en el 404 a. de C., Sócrates, se mostrará digno de seguir su propio camino. Al margen de los partidos políticos, haciendo caso a su más íntima convicción de lo que era justo; mas aún, cuando en esta ocasión la decisión que él consideraba injusta la tomaba la recién establecida oligarquía de los Treinta –entre los que sobresalían Critias y Cármides, parientes de Platón–, impuesta por Esparta liderada por Lisandro que humilló a la orgullosa Atenas obligándole a entregar su armada, permitir la vuelta de todos los partidarios de la oligarquía y enemigos de la democracia, y derruir sus propias murallas. Los Muros Largos que habían definido y protegido a la amada ciudad de Pericles, fueron destrozados con lo que pudieran tener en sus manos por los espartanos y todos los que odiaban a Atenas. El gobierno de los Treinta Tiranos fue muy corto por los múltiples abusos de autoridad que cometieron; en uno de ellos, tratando de implicar a Sócrates, le ordenaron a él y a otros cuatro más arrestar a un hombre rico, llamado León de Salamina, para ejecutarlo. Critias, el más destacado y sanguinario de los oligarcas, y los otros líderes creyeron que contarían con su apoyo por haber sido años atrás miembros de su círculo filosófico y, además, sabían de sus críticas al sistema democrático ateniense, pero subestimaban su respeto por la legalidad. Sócrates se marchó a su casa [18], negándose a cumplir la orden –demostrándoles no con palabras, sino con hechos, que a él la muerte le importaba un bledo–, y cuidando de no realizar nada injusto e impío; como sí hicieron los otro cuatro obedientes ciudadanos que arrestaron a León el solimano para darle muerte. Esta digna y valerosa acción le hubiese costado la vida, como él mismo reconociera, si el régimen no hubiera sido derribado rápidamente restaurándose la democracia en el verano del 403 a. de C.; y, en esta ocasión, fue irónicamente la victoriosa Esparta quien propuso la ordenadora solución, restaurar la democracia. Es decir, en un solo año Atenas había perdido su “imperio”, su orgullo, sus murallas, su democracia, había sufrido una guerra civil interna y había visto restaurada su democracia, sin gozar de la preciada autonomía. Entre los restauradores sobresalía Anito, uno de los más poderosos políticos demócratas, que había aceptado en conversación con los espartanos las siguientes medidas: conceder amnistía para todos excepto para los Treinta Tiranos, a los que persiguió y castigo; permitir a todo ciudadano que no se sintiera cómodo en la Atenas democrática fuera a vivir a Eleusis; y, olvidar todos los procesos pendientes de carácter político http://larry-religionyfilosofia.blogspot.com/2013/10/cocrates-socrates-vida-y-entorno-social.html

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