domingo, 13 de abril de 2014

La filosofia catolica by catolico conoce tu iglesia

La Iglesia Católica y la filosofía

Los principios que rigen las relaciones doctrinales de la filosofía y la teología han movido a la Iglesia Católica a intervenir en varias ocasiones en la historia de la filosofía. En cuanto al derecho de la Iglesia y el deber de intervenir con el fin de mantener la integridad del dogma teológico y el depósito de la fe, no hay necesidad de discusión en este lugar. Sin embargo, es interesante señalar la actitud de la Iglesia hacia la filosofía a lo largo de los siglos, y particularmente en la Edad Media, cuando una civilización saturada con el cristianismo había establecido relaciones sumamente íntimas entre la teología y la filosofía.
A. La Iglesia nunca ha censurado a la filosofía como tal, sino sus aplicaciones teológicas, juzgadas falsas, que se basaron en el razonamiento filosófico. Juan Escoto Eriúgena, Roscelin, Berengario, Pedro Abelardo, Gilberto de la Porrée fueron condenados debido a que sus enseñanzas tendían a subvertir los dogmas teológicos. Eriúgena negó la distinción substancial entre Dios y las cosas creadas; Roscelin sostuvo que hay tres dioses; Berengario, que no hay transubstanciación real en la Eucaristía; Abelardo y Gilberto de la Porrée modificaron esencialmente el dogma de la Santísima Trinidad. La Iglesia, a través de sus concilios, condenó sus errores teológicos; ella nunca se ocupó de su filosofía como tal. “El nominalismo”, dice Hauréau, “es el viejo enemigo. Es, de hecho, la doctrina más remota de los axiomas de la fe porque es la que mejor concuerda con la razón. Denunciado concilio tras concilio, el nominalismo fue condenado en la persona de Abelardo como lo había sido en la persona de Roscelin” (Hist. Philos. Scol., I, 292).
Ninguna afirmación podría ser más inexacta. Lo que la Iglesia ha condenado no es ni el llamado nominalismo, ni el realismo, ni la filosofía en general, ni el método de discusión en la teología, sino algunas aplicaciones de este método que se consideran peligrosas, es decir, asuntos que no son filosóficas. En el siglo XIII una gran cantidad de profesores adoptó las teorías filosóficas de Roscelin y Abelardo, y no se convoco ningún concilio para condenarlos. Lo mismo puede decirse de la condena de David de Dinant (siglo XIII), quien negó la distinción entre Dios y la materia, y de diversas doctrinas condenadas en el siglo XIV como una tendencia a la negación de la moral. Ha sido lo misma en los tiempos modernos. Para mencionar sólo las condenas de Gunther, de Rosmini y del ontologismo en el siglo XIX, lo que alarmó a la Iglesia fue el hecho de que las tesis en cuestión tenían una incidencia teológica.
B. La Iglesia nunca ha impuesto ningún sistema filosófico, aunque ha anatematizado muchas doctrinas, o las ha etiquetado como sospechosas: Esto corresponde con la prohibitiva, pero no imperativa, actitud de la teología en lo que respecta a la filosofía. Por poner un ejemplo, la fe nos enseña que el mundo fue creado en el tiempo; y sin embargo Santo Tomás afirma que el concepto de la creación eterna (ab aeterno) no implica ninguna contradicción. No se creyó obligado a demostrar la creación en el tiempo: su enseñanza hubiera sido heterodoxos sólo si, con los averroístas de su tiempo, hubiese afirmado la necesaria eternidad del mundo. Quizás se pueda objetar que muchas doctrinas tomistas fueron condenados en 1277 por Etienne Tempier, obispo de París. Pero es bueno señalar, y obras recientes sobre el tema han [[prueba | probado esto abundantemente, que la condena de Tempier, en la medida en que se aplica a Tomás de Aquino, fue el producto de intrigas y animosidad personal, y que, en derecho canónico, no tenía ninguna fuerza fuera de la Diócesis de París. Por otra parte, fue anulada por uno de los sucesores de Tempier, Etienne de Borrete, en 1325.
C. La Iglesia ha alentado la filosofía: Por no hablar del hecho de que todos los que se dedicaron a la ciencia y la filosofía en la Edad Media eran eclesiásticos, y que las artes liberales encontraron asilo en las escuelas monásticas y capitulares hasta el siglo XII, es importante señalar que las principales universidades de la Edad Media fueron fundaciones pontificias. Este fue el caso de París. Sin duda, en los primeros años de la relación de la universidad con la enciclopedia aristotélica (finales del siglo XII) hubo prohibiciones contra la lectura de la "Física", la "Metafísica", y el tratado "Sobre el alma". Pero estas restricciones fueron de carácter temporal y surgieron de circunstancias particulares. En 1231, el Papa Gregorio IX le encomendó a una comisión de tres consultores la tarea de preparar una edición corregida de Aristóteles ne utile per inutile vitietur (no sea que lo que es útil sufra daños por lo que no sirve para nada). El trabajo de expurgación se hizo, en efecto, por la Escuela Albertina-Tomista, y, a partir del año 1255, la Facultad de Artes, con el conocimiento de la autoridad eclesiástica, ordenó la enseñanza de todos los libros prohibidos anteriormente (vea Mandonnet, "Siger de Brabante et l'averroïsme latin au XIIIe s.", Lovaina, 1910). También se puede demostrar cómo en los tiempos modernos y en nuestros días los Papas han fomentado los estudios filosóficos. León XIII, como es bien sabido, consideró la restauración del tomismo filosófico una de las principales tareas de su pontificado.

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