jueves, 17 de enero de 2013

Celevrando el año de la fe,

CATOLICO CONOCE TU IGLESIA BY ;HILARIO LARRY TORRES
CELEBRANDO EL AÑO DE LA FE Y LA NUEBA EVANGELIZACION
LAS VIRTUDES OY CONPARTIRE UNA DE ELLAS TA INPORTANTE
COMO TODAS LAS DEMAS LA PUNTUALIDAD,
La puntualidad

La puntualidad es una virtud que nos lleva a “actuar con diligencia, que nos lleva a hacer las cosas que debemos a su debido tiempo y sin dilatarlas”. Es el cuidado, diligencia y exactitud en el tiempo para cumplir con nuestras obligaciones.

Esta virtud tiene dos ámbitos en donde se apoya: la de valorar el tiempo que Dios nos ha dado y del cual tendremos que rendir cuentas. Y el respeto del tiempo ajeno.

Sabemos que el tiempo que tenemos de vida terrena es un período que Dios nos ha otorgado para que ganemos nuestra salvación, de ahí la importancia de usarlo bien y aprovecharlo. Es tiempo de gracia que se cerrará el día de la muerte. El fruto del orden en el manejo y el uso del tiempo se verá al final de nuestros días y de nuestras vidas. Su buen o mal uso implicará (como en todas las virtudes) otras virtudes, como la generosidad, la responsabilidad, el orden y la justicia.

En la medida en que organicemos bien nuestro tiempo le sacaremos mejor provecho y desarrollaremos al máximo los talentos que Dios nos ha dado para nuestra mejora personal y el bien de las personas que nos rodean. Si despreciamos nuestro tiempo, no sabremos sacarle el provecho que Dios esperaba de nosotros y nos lo aclaró en la parábola de los talentos.

Y cuando decimos utilizar bien el tiempo no decimos sólo hacer “grandes cosas”, sino hacer lo diario, lo cotidiano de manera ordenada optimizando el tiempo que Dios nos dio. La Santísima Virgen en su hogar estaba abocada a tareas sencillas pero lo hacía con esmero y dedicación. Lo mismo San José o el mismo Jesús antes que llegara el momento de dedicarse a “las cosas del Padre”. Si no valoramos el uso del tiempo en lo cotidiano nos levantaremos a cualquier hora (porque creemos que podemos hacerlo), daremos vueltas media mañana por la casa sin hacer nada concreto, pasaremos horas interminables hablando por teléfono y chateando con cualquiera. No tendremos ningún elemento que nos ordene mejor el tiempo (como una agenda para ir tachando las tareas ya realizadas y las que falten), elegiremos rodearnos de amigos similares y hasta vagos que no nos sirvan de reproche a nuestras conciencias y menos nos exigiremos en hacer un examen de conciencia al final del día para ver cómo hemos empleado el tiempo. Le escaparemos a los horarios, a las agendas, a los compromisos que nos exijan un cumplimiento.

Lo dramático es que este desorden en el buen uso del tiempo que nos fue dado, de sus frutos y obras (del cual habremos de rendir cuentas) se genera hábito y puede arrastrarse toda la vida. Se convierte luego en un estilo de vida de vagancia que nos hará llegar con las manos vacías al Juicio Final. El segundo ámbito es el respeto al tiempo ajeno. No se trata solamente de llegar a la hora fijada como una competencia a secas, sino de pensar en respetar los Derechos del prójimo. Esta virtud exige auto disciplina y consideración hacia los demás. Las personas tienen derecho a disponer de su tiempo en actividades que esperarnos en una esquina o un café mirando su reloj durante una interminable hora. Nuestra impuntualidad no es una señal de “distinción” como a veces creemos, sino que puede generar, en la mayoría de los casos, una cascada de situaciones injustas hacia los demás.

Si por ejemplo nos demoramos en llegar a una comida porque nos entretuvimos con la computadora o chateando con un amigo, tenemos que saber las posibles consecuencias. Esa hora de retraso generará seguramente inquietud y nerviosismo en la dueña de casa que se preocupará si la comida se le pasará y dudará en ofrecer o no algo para acortar la espera (que desmerecerá su cena). Tal vez hasta verá en parte sus ilusiones de lucirse con la comida desvanecida...

Si toda la familia se ha organizado en reunirse para ver el partido por televisión y nosotros llegamos en la mitad del partido, no sólo nos habremos perdido los comentarios y el ambiente previo, sino que seguramente molestaremos al llegar interrumpiendo a todos con los saludos. Hay ocasiones que exigen el especial respeto y consideración de todos los miembros de la familia, porque el buen clima dependerá de pequeños detalles con los cuales estamos obligados a colaborar. Si no contribuimos todos y cada uno en generar este clima, cualquier detalle puede echar todo a perder porque la paciencia y buena voluntad de los demás se habrán agotado con nuestras desconsideraciones.

Si tenemos que salir juntos en familia para la misa de Nochebuena y nosotros llegamos sucios y con la pelota de fútbol o la raqueta de tenis en la mano a las nueve de la noche, tenemos que saber que eso le habrá generado seguramente mucha mortificación a nuestros padres que tenían derecho ese día tan especial y único del año a poder hacer este programa de familia relajados y en paz y no tensionados hasta último momento por nuestra injustificable demora. El llegar a último momento implicará que nos ducharemos y dejaremos el baño empañado y no en óptimas condiciones para cuando volvamos de Misa, lo que seguramente molestará mucho a nuestra madre que se había preparado para recibir a la familia esa noche con la casa en óptimas condiciones. Esta actitud tan egoísta (que en este caso se proyectará en nuestra impuntualidad) puede aún generar mal clima en la cena. Debido a nuestra injusta desconsideración y a los trastornos que causaremos inútilmente podremos arruinarles, en parte, la Navidad. Y no tensionados hasta último momento por nuestra injustificable demora. El llegar a último momento implicará que nos ducharemos y dejaremos el baño empañado y no en óptimas condiciones para cuando volvamos de Misa, lo que seguramente molestará mucho a nuestra madre que se había preparado para recibir a la familia esa noche con la casa en óptimas condiciones. Esta actitud tan egoísta (que en este caso se proyectará en nuestra impuntualidad) puede aún generar mal clima en la cena. En ese caso el disponer de un margen de tiempo prudente para que nadie se inquiete por nosotros (y no alterar los derechos de otros a disfrutar en paz) en fechas importantes como aniversarios, cumpleaños, casamientos, etc. No sólo será puntualidad sino generosidad, orden, responsabilidad y justicia, lo que redundará en la armonía familiar.

Lo cristiano es tener un alma fina que se preocupa por lo que generamos en el prójimo, no piel de rinoceronte, gruesa, insensible e impenetrable, indiferente hacia los derechos y preocupaciones ajenas.

Decir al otro por celular que llegaremos en “cinco minutos” cuando estamos a quince kilómetros del lugar es una mentira anticipada en la mayoría de los casos. Si estamos llegando en coche, la única manera de cumplir este plazo es que nos estemos bajando del auto ya estacionado y que el lugar de encuentro sea a 50 metros y no tengamos que cruzar todavía ninguna avenida o tomar ascensores abarrotados. Lo mismo cuando decimos “ya llegué” y no nos están viendo porque todavía estamos a dos cuadras. No hay que confundir la realidad con una expresión de deseo. Querría tal vez llegar en 5 minutos, pero la realidad es que recién estoy a 10 kilómetros del lugar y no me organicé para lograrlo. El llegar abarrotados de excusas no cambiará para nada que nos hayamos apropiado del tiempo ajeno y se lo hayamos hecho desperdiciar, lo que va más allá muchas veces de un simple acto de descortesía y desconsideración al otro. El dejar a una paciente durante horas sentada en un consultorio cuando tenía su turno confirmado y ha viajado tal vez cientos de kilómetros para hacer la consulta siempre será una falta de respeto al tiempo ajeno. Todos entendemos las urgencias, las operaciones imprevistas que pueden surgir, pero por ejemplo, concretamente en muchos médicos es ya un hábito.

Personalmente en una oportunidad viajé 1.400 kms para una consulta con un oculista muy conocido a quien además tuve que esperar 8 horas en el consultorio. Después me explicaron que era habitual en él, que era su estilo de trabajar pero que era muy buen oculista. El nivel académico de una persona (que puede ser excelente) no le exime de la virtud. En este caso del respeto al tiempo ajeno. En estas situaciones, las operaciones o imprevistos que pudieran surgir obligarán a cancelar los turnos con las debidas explicaciones y los pacientes podrán disponer de todo ese día para tal vez visitar a un familiar cercano que hace meses que no ven por la distancia, conocer la ciudad, salir de compras etc.

Esto es también general en todos los espectáculos, ya sean deportivos (partidos, competencias)o culturales (conferencias, presentaciones de libros etc.). Como es tan habitual que comiencen una o dos horas más tarde ya las personas llegan, no al horario previsto, sino para no tener que esperar, otra hora más tarde también, lo cual genera un caos. La gravedad de la impuntualidad entonces, dependerá de cada caso y cómo la persona se vio afectada. No es lo mismo dejar plantada media hora a mi amiga del colegio a la salida de clase (cuando le había pedido que me esperase) que llegar tarde a un asado de 10 personas (donde probablemente habrán empezado después de esperarme una hora y todos comerán el asado pasado por culpa mía) a que el Presidente de la Nación deje una hora en la antesala de su despacho a un Cardenal, lo cual ya significa algo mucho más grave y más profundo como el desprecio a la institución que representa.

En la vida de comunidad (desde la vida religiosa, un campamento en la montaña, una reunión de padres en el colegio o de un simple consorcio del edificio) es importante respetar el tiempo y los horarios para no interferir en el tiempo de los otros.

Lo contrario de la puntualidad es la impuntualidad. Una sociedad que recibe como único mensaje que a nadie deberemos rendir cuentas de nuestra vida y menos el día del Juicio y de que nuestro “yo” es el centro del universo, es evidente que no encuentra ya más sentido en respetar y hacerse cargo del buen uso de su propio tiempo y menos de responder por haberse “apropiado” del ajeno.

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